Una fría mañana de abril

Malbin era un habitaquo de lo más común y corriente, no se destacaba en muchas tareas, y ultimamente todo le salía mal. Su vida se había trastornado desde su nacimiento, y la gloria en su accionar solo se veía en sueños. Era ni más ni menos, que otro habitaquo entre la multitud.
Había pasado 42 horas sin dormir, sentado en la gran manzana, observando la inconmensurable estructura del gran Gagel.
Su trastorno y obsesión se habían convertido en tal, que hubiera dado cualquier cosa a cambio de lograr aquel preciado premio. No podía concebir aquella vida que llevaba, tan falta de logros personales y repleta de miseria y humillación.
Imposible era subir, lo sabía, existían miles de cientos de habitaquo's intentando trepar, bien alto, donde serían vistos por todos.
Reposó su pequeña cabeza sobre el banco de madera azul celeste, y se durmió.